¿Alguna vez has sentido que, si tu pareja no te dice “te quiero” o no demuestra su afecto con frecuencia, ese amor parece desvanecerse? ¿Sientes que le preguntas muchas veces a tu pareja si te quiere o le pides que te lo demuestre de otras formas?
Aunque este pensamiento pueda parecer irracional, es más común de lo que pensamos. En psicología, esto está relacionado con un fenómeno conocido como permanencia emocional, una evolución del concepto infantil de permanencia del objeto. Es decir, esa capacidad de comprender que algo sigue existiendo, aunque no podamos verlo, como cuando le enseñas un objeto a un bebé y lo escondes, al volver a enseñárselo se sorprende como si ese objeto hubiera desaparecido del mundo.
Cuando esta idea (permanencia del objeto) no se desarrolla plenamente en el ámbito emocional, podemos sentir que el amor deja de existir si no lo estamos percibiendo constantemente. Esto puede llevar a una necesidad constante de validación, generando conflictos en las relaciones.
Cuando nuestra autoestima depende completamente de nuestra pareja, dejamos que el bienestar emocional se construya sobre una base inestable. Este fenómeno, conocido como autoestima contingente, nos hace depender de las acciones, palabras o gestos de la otra persona para sentirnos valorados.
El resultado es que cada conflicto, silencio o ausencia se convierte en una crisis emocional. Esto no solo genera tensión en la relación, sino que refuerza patrones de dependencia emocional que pueden ser difíciles de romper. La clave para superar esto no está en pedir más validación, sino en trabajar en nuestra propia percepción de valor.
Pero ¿cómo afecta esto al día a día? La respuesta nos lleva a explorar una emoción poderosa y malentendida: los celos.
Celos irracionales: una alarma emocional hipersensible
Los celos suelen verse como una señal de desconfianza hacia la pareja, pero muchas veces su origen está dentro de nosotros mismos. Aunque confiemos plenamente en la otra persona, esa sensación incómoda puede aparecer de forma inesperada. Esto sucede porque los celos son, en esencia, un mecanismo de protección diseñado para alertarnos de posibles amenazas a nuestros vínculos más valiosos.
El problema surge cuando esa alarma se vuelve hipersensible, activándose sin motivo real. Esto ocurre especialmente en personas cuya autoestima está vinculada al reconocimiento externo. En estos casos, cualquier pequeño cambio en la relación –como menos mensajes o muestras de afecto– puede interpretarse como una amenaza, incluso cuando no lo es.
Una variante particularmente compleja de los celos son los celos retrospectivos, que no se centran en el presente, sino en las relaciones pasadas de nuestra pareja. Esos pensamientos sobre exparejas, antiguas experiencias o incluso recuerdos que ni siquiera conocemos con detalle pueden volverse una fuente constante de angustia.
¿Por qué ocurre esto? Porque nuestra mente tiende a idealizar o magnificar aquello que no puede controlar. Nos comparamos con personas que ni siquiera están presentes, creando una competencia invisible e innecesaria. Pero en realidad, el problema no está en la relación de tu pareja con su pasado, sino en cómo te percibes a ti misma. Una autoestima frágil convierte cualquier sombra del pasado en una amenaza al presente.
Además, la idea de que los celos son malos hace que en muchos casos intentemos reprimir esa emoción de forma errónea. Tener celos no es malo, es normal. Lo importante es lo que hacemos con esos celos.
Desde muy pequeños se nos enseña que debemos evitar ciertas emociones “no tengas envidia” o “no tengas celos” son algunas de las frases que oímos desde muy temprana edad. Tenemos celos por el nuevo hermanito, celos cuando no nos sentimos atendidos por nuestros padres o amigos y por muchas cosas más. Debería ser a esa edad en la que empezáramos a convivir gestionando la emoción que nos acompañará toda nuestra vida.
El problema aparece cuando los gestionamos mal. Te dejo tres consejos para aprender a gestionar los celos en pareja:
- Aprende a identificar cuando estás celoso, los primeros momentos pueden darte muchas pistas. En ocasiones se acompañan de pensamientos negativos o síntomas corporales: sudoración, presión en el pecho etc. Este punto parece una tontería, pero es muy importante, ya que a veces nos damos cuenta cuando es demasiado tarde. Tomar consciencia de la emoción nos ayudará a retener el impulso. En este momento te aconsejo que te repitas a ti mismo “estoy celoso” (para mandar esa información a tu cerebro de forma clara).
- Aguanta la emoción todo el tiempo que puedas sin reaccionar. Es un punto complicado, pero tendrás muchos beneficios. En este momento lo mejor es relajarte y poner el foco de atención en “cómo” te sientes y no en “porqué” te sientes así (esto es porque nuestros pensamientos pueden no ser ciertos al 100% y tenemos una tendencia innata a creérnoslos). También puedes intentar distraer tu atención. Pero lo importante es aguantar la emoción sin reaccionar.
- Comunicárselo a tu pareja desde la vulnerabilidad y no desde el enfado. Para este punto es crucial haber aguantado la emoción todo el tiempo necesario hasta estar totalmente calmado y tranquilo para decírselo. Esto permitirá que tu pareja no se sienta atacada y pueda darte la seguridad que necesitas.
Aunque tener celos es algo natural, su aparición puede deberse a varios factores, (la mayoría relacionados con el miedo): Inseguridades, necesidad de control, miedo a la soledad, traumas por abandono, relacionar amor con celos por aprendizajes pasados, excesiva preocupación por su imagen social etc.
Entender el papel de la psicología en nuestras emociones, desde los celos hasta la necesidad de validación, nos permite construir relaciones más equilibradas y satisfactorias.
Las herramientas psicológicas no solo ayudan a identificar patrones dañinos, sino que también ofrecen estrategias prácticas para superarlos. Desde el desarrollo de una autoestima más sólida hasta el manejo de pensamientos intrusivos sobre el pasado, el proceso de cambio empieza por entender que nuestras emociones son moldeables.