Es medianoche, tu pareja duerme a tu lado, y tú sigues despierto/a. No porque tengas insomnio, sino porque tu cabeza no para de dar vueltas. Te preguntas por qué estuvo tan distante hoy, por qué no respondió tus mensajes tan rápido como otras veces. “¿Le pasa algo? ¿Está molesto/a conmigo?”, piensas. Y antes de que te des cuenta, ya estás creando escenarios catastróficos en tu mente.
Este tipo de ansiedad silenciosa es más común de lo que pensamos. No se habla mucho de ella porque, a simple vista, todo parece estar bien: no hay grandes discusiones ni peleas. Sin embargo, la ansiedad se infiltra en los pequeños detalles. Son esas dudas que no verbalizamos, pero que poco a poco van calando y afectando nuestra relación. Sin darnos cuenta, dejamos que el miedo y las suposiciones tomen el control.
¿Te suena familiar? No estás solo/a. Muchas personas experimentan este tipo de ansiedad en pareja, y lo más interesante es que no siempre tiene que ver con lo que la otra persona está haciendo. Según varias investigaciones, quienes tienen un estilo de apego ansioso son más propensos a interpretar cualquier cambio en el comportamiento de su pareja como un signo de alarma. Algo tan simple como tardar en responder un mensaje, o parecer más callado un día, puede convertirse en una preocupación constante.
Lo que ocurre es que, cuando no tenemos la seguridad de que todo está bien, nuestra mente tiende a llenar los vacíos con suposiciones. Es como si estuviéramos constantemente buscando pistas de que algo está mal. Pero la realidad es que, en la mayoría de los casos, esas suposiciones no tienen fundamento.
Laura, por ejemplo, llevaba seis meses en una relación con Pablo. Todo iba genial, hasta que Pablo comenzó a estar más ocupado con el trabajo. Laura notó que ya no le mandaba tantos mensajes durante el día y, cuando quedaban, parecía más distante. Al principio pensó que quizá estaba cansado, pero luego su mente empezó a divagar: “¿Y si ya no le intereso? ¿Y si está hablando con otra persona?”. Cada día, Laura se sentía más ansiosa y molesta, pero no le decía nada a Pablo por miedo a que sus peores sospechas se confirmaran.
Lo que Laura no sabía era que Pablo simplemente estaba pasando por una etapa estresante en el trabajo. Nada más. Pero la ansiedad de Laura la llevó a distanciarse emocionalmente, a volverse más crítica y a crear tensiones innecesarias en la relación. Y aquí es donde radica el problema: cuando no hablamos de lo que nos preocupa, la ansiedad se convierte en un tercero en la relación, saboteando la conexión sin que nos demos cuenta.
La buena noticia es que este tipo de ansiedad se puede manejar. Todo empieza con la comunicación. Hablar sobre nuestros miedos, por irracionales que parezcan, puede abrir una puerta hacia una mayor comprensión mutua. Cuando compartimos lo que sentimos, evitamos que esos pensamientos crezcan en la oscuridad.
Además, aprender a gestionar la ansiedad es clave. La práctica de mindfulness o técnicas de respiración guiada son herramientas sencillas pero efectivas para calmar nuestro sistema nervioso en momentos de estrés.
La terapia de ansiedad online también puede ser una gran aliada. Un terapeuta no solo te ayudará a entender de dónde viene esa ansiedad, sino que también te dará herramientas para manejarla, tanto a nivel individual como en pareja. Con la terapia online, puedes acceder a este apoyo desde cualquier lugar, lo que lo hace aún más accesible y flexible.
Es importante recordar que la ansiedad no es una señal de que tu relación esté destinada al fracaso. Todos sentimos miedo e incertidumbre en algún momento. Lo importante es no dejar que esos sentimientos controlen nuestras acciones. Con el apoyo adecuado, puedes aprender a gestionar la ansiedad y fortalecer la comunicación con tu pareja, para que ambos podáis sentiros más seguros y conectados.