Validar las emociones muchas veces lo confundimos con el hecho de estar de acuerdo con alguien. Por ejemplo, imagina que tu amigo/a está muy triste porque su relación de pareja no va bien, y decide, en un arranque de ira, pegar a su pareja y amenazar con llevarse a los hijos del hogar. Tú, como amigo/a, estás en desacuerdo con lo que está haciendo y así se lo puedes hacer saber, pero, incluso estando en desacuerdo puedes, incluso a mi parecer, debes, validar la emoción.
Validar la emoción en este caso sería entender qué tu amiga sintió esa ira y ese malestar tan profundo como para llegar a cometer ese acto con el que no estás de acuerdo, pero entiendes el malestar que tenía antes de eso. El simple hecho de hacerle entender que entiendes lo mal que lo debió pasar como para llegar a hacer eso puede ayudar mucho más a tu amigo/a que el rechazo que le producirá que le digas algo tan superficial como “lo has hecho fatal y no estoy de acuerdo contigo”.
El poder que tienen las palabras muchas veces son la clave para ayudar a mejorar las vidas de las personas y una gran herramienta es la habilidad de validar las emociones incluso estando en contra de los actos.