Muchas veces tenemos síntomas de ansiedad fuera de contextos estresantes, lo cual no concuerda bien con lo que entendemos por “ansiedad”. Por ejemplo, en la playa, con amigos o simplemente un día normal viendo la tv, en la ducha, dando un paseo etc. Es decir, situaciones que de por sí no requieren una alerta, porque no hay nada que nos esté preocupando en ese momento. Pero esto también tiene una explicación.
Cuando nos sucede algún acontecimiento traumático o doloroso nuestros mecanismos de defensa generan anclajes con los estímulos que nos rodean.
Por ejemplo, el día que te dejó tu novio había una pizzería cerca de ti. Podías sentir el olor a queso fundido, la gente hablando en el restaurante y había muchos carteles rojos con banderas de Italia. Después de unos meses o incluso años has superado por completo ese día que fue tan difícil. Pero caminando por la calle hueles ese queso, o en una sala llena de gente hay muchas conversaciones entrecortadas o, simplemente, paseando, ves algo de color rojo.
Y el anclaje que hizo tu cerebro hace ya meses actúa y empieza a generarse esa ansiedad de forma automática, inconsciente, (porque así funcionan estos mecanismos) y empiezas a sentirte mal y te preguntas ¿Por qué tengo ansiedad?
Ante esta situación lo más importante es identificar cuales son tus anclajes y será desde ahí donde podemos empezar a trabajar.